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Cinco aprendizajes del taller ‘Narrar para sanar’

Mujeres de distintas ciudades y oficios escribieron sus historias desde la memoria, la empatía y la vulnerabilidad.


Por: Fundación Magnolia


“Había tanta neblina que no podía ver nada,

solo sentí el frío y cuando pude hablar,

de mi boca no salió más que silencio

manifestado en helado humo,

el único humo que podría salir de mi boca,

porque ya no uso inhaladores,

y tampoco fumo. [...]” — (fragmento; autora María)


Así comienza la breve y cautivadora narración “Cierro los ojos”, creada por una de las participantes del primer ciclo del taller ‘Narrar para sanar’. En el encuentro de cuatro sábados en la mañana, un grupo diverso de mujeres se reunió con un mismo propósito: escribir desde la memoria, la empatía y la vulnerabilidad.


La iniciativa fue posible gracias a la Fundación Magnolia y Sofía Solórzano Cárdenas, instructora del taller y fundadora de Sofía En Letras (@sofiaenletras).


“Lo que empezó como un encuentro entre desconocidas se convirtió en un espacio de confianza, escucha y complicidad donde las palabras fueron un puente para reconocernos, sanar y volver a creer en nuestra voz”, dijo Sofía Solórzano.


Participar en el taller ‘Narrar para sanar’ fue una experiencia “profundamente transformadora”, dijo Solórzano, porque de ese encuentro salieron textos “poderosos y honestos, nacidos del coraje de mirar hacia adentro”.


Para la Fundación Magnolia, ‘Narrar para sanar’ fue un espacio que permitió reflexiones animadas en torno a cómo ejercemos una interacción con el lenguaje y cómo la memoria se encarna en la escritura. Así, las participantes lograron darle un nuevo significado a sus recuerdos, con una mirada fresca, cálida y amorosa hacia ellas mismas.


“Al narrar, nuestras participantes no solo tuvieron la oportunidad de entender lo vivido, sino también de transformar sus recuerdos y sentimientos desafiantes en emociones que las reconciliaron con ellas mismas, utilizando la palabra como instrumento de sanación”, dijo Ana Carolina González, directora de la Fundación Magnolia.


Durante las cuatro sesiones del taller, las participantes profundizaron en el poder que yace en la palabra (con la creación de varios escritos) para dar forma y sentido a la memoria y experiencias vividas. Publicamos algunas de las narraciones con el permiso de las autoras y pueden leerlas aquí.


Fondo con texto manuscrito, máquina de escribir amarilla con flores. Título: Narrar para sanar. Fundación Magnolia y Sofía en Letras.
Compendio de narraciones producidas en el taller en línea ‘Narrar para sanar’, un esfuerzo de La Fundación Magnolia y la plataforma Sofía En Letras (@sofiaenletras).

Además recopilamos algunos aprendizajes del taller que compartió Sofía Solórzano.


1. Sanar también es narrarse


Escribir no siempre busca una obra perfecta, sino un encuentro honesto con una misma. Al narrar lo que duele, lo que alegra o lo que alguna vez callamos, se aligera el peso. Cada palabra escrita, como lo vimos en el taller, fue una forma de abrazar lo vivido, reconocer nuestras heridas y darles un nuevo sentido. Sanar, al fin y al cabo, es aprender a contar nuestra propia historia con amor.


2. Escucharse en voz alta es reconocerse


En el taller, leer en voz alta fue un acto de valentía. Escuchar nuestras propias palabras resonar frente a otras mujeres nos recordó que lo que sentimos importa y que nuestras experiencias no están solas. Al compartir los textos, descubrimos el poder de la palabra dicha, y cómo algo íntimo puede volverse colectivo generando eco en otras vidas.


3. La diversidad enriquece la mirada


El grupo floreció gracias a la diversidad de mujeres que lo conformaron, cada una con una

manera distinta de mirar el mundo. Esa mezcla de voces, experiencias y sensibilidades nos

permitió ampliar la mirada, descubrir nuevas formas de entender la vida y reconocer que ni la sanación ni las historias siguen un camino único o lineal.


4. La palabra tiene un efecto multiplicador


Durante las sesiones, fui testigo de cómo una historia inspiraba otra, de cómo un relato personal despertaba recuerdos o emociones en quien escuchaba. La palabra escrita, cuando se comparte, se expande; y tiene la capacidad de multiplicarse, de tocar fibras y sembrar en otras personas la necesidad de escribir. El acto de narrar no solo transforma a quien escribe, sino también a quien lee o escucha.


5. Escribir es una forma de confiar


El taller me recordó que escribir es un acto de confianza en una misma, en el proceso, y en las demás personas. Con cada texto reafirmamos que nuestras voces tienen valor y que vale la pena compartirlas. A través de las herramientas pedagógicas y de bienestar que usamos, cada participante fortaleció su relación con la escritura y consigo misma.


Al final, más que un taller, fue un viaje hacia la autenticidad y la certeza de que todas tenemos algo que decir.



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