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Lo que floreció entre cartas y colores

Actualizado: 8 ago

Reflexiones después de vivir el encuentro ‘Lo inesperado: sembrar lo posible’, un espacio de creatividad y transformación personal.


Por: Nathalia Salamanca Sarmiento


El jueves 17 de julio, mientras en el sur de América ya caía la tarde, nos reunimos ocho personas –mayoritariamente mujeres– en un encuentro llamado Lo inesperado: sembrar lo posible. Nos conectamos desde distintos rincones del continente: Estados Unidos, México, Colombia, Uruguay y Chile. Un hilo nos tejió y, aprovechando la luna menguante –favorable para soltar, limpiar y prepararnos para un nuevo ciclo–, durante un rato nos regalamos un tiempo para respirar distinto.


Participantes del encuentro ‘Lo inesperado: sembrar lo posible’, llevado a cabo en julio. © Fundación Magnolia 

El encuentro fue posible gracias a Nos une el medio –el proyecto epistolar que impulso junto a mi compañero Mauricio-Ishwara González– y a la Fundación Magnolia. Juntas animamos este espacio, que se complementaba con otro anterior realizado en abril: Navegar el presente. Puedes leer la memoria de ese primer encuentro en “La gimnasia de estar juntos”.

Iniciamos recordando y honrando la palabra de quienes participaron en ese primer espacio, como quien vuelve a una orilla conocida. Lo hicimos con el apoyo de un collage-memoria creado por nuestra coequipera, Ana Carolina González, directora de Magnolia. Luego, el encuentro se abrió para escuchar “Estaciones”, un poema inédito de Carolina Isaza –participante en ambos encuentros– que habla de mudanzas y de cómo también nosotras cambiamos de piel, como la naturaleza.


Después, leímos algunos fragmentos de “‘Uncharted territories’ – O lo inexplorado”, una carta que escribí a finales del año pasado sobre cultivos, lluvias, preguntas y arcilla, como respuesta a la invitación a explorar “aquello en lo que nos estamos convirtiendo”. Dejamos que sus palabras sembraran en cada quien la pregunta: ¿qué quiero cuidar, transformar o habitar en este tiempo?


Dibujo colorido de flores rojas y moradas, hojas verdes, un arcoíris y gotas de lluvia. Palabras escritas como seguridad y fortaleza.
Creación de Vivian Lettier, participante. © Fundación Magnolia

Dibujamos, escribimos, coloreamos. Algunas compartieron las marcas que llevan sobre la piel, conectaron con las memorias de sus ancestros desde el tejido; otras pusieron en voz alta emociones que habían estado agazapadas, y nombraron a quienes ya no están, como forma de honrar sus vidas y volver siembras sus memorias. Hubo silencios fértiles y palabras sembradas con cuidado.


Fue un espacio breve, pero profundo. Como una ventana que se abre y deja pasar aire nuevo.


Aprovecho estas letras para dejarte una invitación: ojalá encuentres, con regularidad, momentos para desfogar, para descargar el peso de los días. Ojalá te animes a habitar espacios que inviten a la creatividad, a la ternura, a la pausa. A veces basta una hoja en blanco; otras veces, un grupo que escuche sin apuro. Nosotras lo hicimos desde la escritura epistolar, que es también una forma de mirar hacia dentro y de imaginar futuros en común.


¿Te interesa explorar cómo las cartas pueden ser una herramienta para la autoexploración y la conversación colectiva? Visítanos en Nos une el medio.


Nathalia Salamanca Sarmiento es periodista, escritora e investigadora social. Creadora y acompañante de procesos narrativos con pueblos indígenas, niñas, niños y mujeres, entreteje escucha, memoria y derechos humanos desde un enfoque intercultural y colaborativo. Es cocreadora del blog Nos une el medio, parte de la Red Tejiendo Historias y colaboradora en iniciativas que combinan escritura, imaginación, migración y transformación social. Redes: LinkedIn e Instagram.






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