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Manifiesto Magnolia

En Magnolia creemos que toda persona tiene derecho a sanar, a sentirse segura, y a imaginar un futuro posible, incluso si ha atravesado el dolor.


Creamos espacios para restaurar el bienestar emocional de quienes han sido marcados por la violencia, el desarraigo o el silencio. Lo hacemos con palabra, memoria, comunidad y escucha.

 

Acompañamos a mujeres, jóvenes, comunidades y territorios a narrarse desde la dignidad.
Creamos libros, talleres y procesos culturales que reparan.


Rescatamos saberes ancestrales para enfrentar heridas contemporáneas.
Y sembramos vínculos intergeneracionales que reconstruyen la red de lo colectivo.

Magnolia es una apuesta por la vida, la justicia emocional y la belleza como acto político.
Es un puente entre generaciones.


Un abrazo entre la memoria y el porvenir.
Un tejido entre el cuerpo, la tierra y el lenguaje.

Soñamos con caminar por las Américas dejando una estela de paz posible:
donde las comunidades encuentren contención,
las palabras sanen sin herir,
y las diferencias se conviertan en fuerza compartida.

Magnolia existe para recordarnos que no estamos solas.
Y que sanar también puede ser un acto colectivo, creativo y amoroso.

El Legado de las Magnolias:
Guardianas de la paz y la vida

En las Américas crece un árbol que es más antiguo que la humanidad.

Millones de años han pasado bajo su sombra y por millones de años ha entregado a la tierra las más preciosas —y tal vez las más primitivas—  flores: las Magnolias.

Si las Magnolias hablaran, te contarían de los tiempos en los que las abejas aún no existían y eran los místicos escarabajos los encargados de polinizarlas. Te contarían de los tiempos de paz y de violencia, y de la asombrosa capacidad de la vida para transformarse, adaptarse y renacer a pesar del dolor.

Si las Magnolias hablaran, te contarían una historia de dignidad y nobleza y también de perseverancia, feminidad y dulzura y así, tal vez, tú descubrirías que ahí, en ese equilibrio, se esconden las claves de la larga vida y la fortaleza del espíritu.

Si ellas hablaran, te invitarían a contemplarlas y, en silencio, en la calma de la presencia, sin darte cuenta, te envolverían en su perfume y te volverías a enamorar de la vida, aliviarían tu corazón y calmarían tus ansiedades.

Y si nosotros, como ellas, osáramos ser Magnolias, nos convertiríamos en curanderas del corazón, guardianas de la memoria, agentes de la vida y tejedoras de presentes y futuros de paz.

Seremos Magnolias y, como ellas, seremos millones.

Aquí empieza nuestra historia…

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