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El arte de la minga para la paz

Trabajamos para dejar una semilla en la conciencia y el corazón de cada joven para lograr una paz duradera.


Por: Yiner Quiguantar Cortes

Vocero de la Minga Suroccidente - Colombia


Tres mujeres, una tocando el tambor
Fotos: Lina Rozo, ministerio de cultura. Mujeres indígenas de Colombia en un evento cultural.

Al momento de suscitar un poco sobre Cómo la juventud de la minga en Colombia construye la paz en los territories a través del arte y la cultura y sobrevive. me lleva a recordar a nuestros ancestros. Ellos, que en su momento fueron jóvenes y también construyeron los caminos que nos llevarían a vivir en paz, hoy nos orientan desde su sabiduría; desde ese espíritu joven y rebelde que pervive en el corazón, en la memoria y en la historia. Cuando nacemos, recibimos su herencia, la que culturalmente es nuestra, y caminamos fraternalmente como guerreros en busca de la libertad, en una constante siembra de dignidad y rebeldía del corazón y del espíritu, en conexión con nuestra Madre Tierra. En esa búsqueda, nos encontramos para no volver a soltarnos y que realmente se nos permita vivir en unidad.


En busca de un mejor mañana


Los ríos de dolor y las marcas de la guerra, reflejados en las miradas de la juventud que camina en

busca de un mejor mañana, son miradas que han visto cómo se asesina, se recluta con el

"enamoramiento" del conflicto, se abusa sexualmente y cómo los fusiles acaban con la memoria

de todo un pueblo cuando se silencia la vida de los ancestros. Han visto caer a la Guardia

Indígena en una matanza de intereses mezquinos e individuales, cuya legítima defensa es caminar

con el bastón de madera o la chonta, luchando contra fusiles, armas de largo y corto alcance que

los criminales hoy utilizan para arrebatar la vida, para asesinar el territorio, para masacrar a la

juventud. Muchos de los jóvenes regresan a su territorio en busca de sanar, de encontrarse con su

ser espiritual y su esencia, de volver al lugar al que realmente pertenecen, lejos de una guerra que

no les corresponde seguir manteniendo.


Quisiera relatar aquí todo lo que históricamente hemos vivido, lo doloroso que ha sido para

nosotros esta nefasta guerra en el marco del conflicto armado colombiano. Ver llorar a las madres,

a las hijas e hijos, hermanos y hermanas, y muchas veces a los padres cuando a alguien se le ha

quitado la vida. Pero muchos de ustedes quizá han escuchado, a través de la radio o una pantalla,

lo que en el Cauca se vive. Solo nosotros sabemos el dolor que causa cada acción en contra de

nuestros pueblos. Aun así, somos nosotros mismos quienes nos levantamos y, a pesar de todo, no

dejamos de soñar con una nueva esperanza. Pues hemos dicho que nuestros muertos nos han

dejado en cuerpo, pero nos dan fuerza desde el espacio espiritual; esa fuerza nos ayuda a orientar

los procesos y a entender que, siempre dignos y siempre de pie, vamos a avanzar, a secarnos las

lágrimas y a luchar.


Así construimos la paz


Hoy, la juventud del suroccidente colombiano, en su rebeldía de conciencia y corazón, sigue

convocando y caminando con dignidad a través de la minga social y popular, para construir una

paz real, territorial, una paz hermana con nosotros, arraigada desde la diferencia que nos ha

permitido juntarnos entre indígenas, campesinos, afrocolombianos, juventudes urbanas y todos

aquellos que, desde sus espacios, avivan esta lucha colectiva. Todo en razón social de posicionar

que las juventudes hoy buscamos transformar desde el arte, la cultura y la educación, pues no nos

hemos quedado lamentándonos. Nos duelen nuestros muertos, sí, pero también en su nombre

instamos las iniciativas para alimentar el camino de paz real en nuestros territorios.


varias personas y banderas en un teatro
Fotos: Lina Rozo, ministerio de cultura.

Hace unos días, la juntanza de jóvenes de la minga del suroccidente convocamos en el

departamento del Cauca otras formas de construir paz, lejos de lo tradicional, lejos de lo

acostumbrado, de las formas sesgadas y discriminatorias. Los días 5, 9 y 12 de agosto del 2024 se

convocó a la minga 'Cauca Danza por la Paz', un proceso que nos permite, de manera colectiva,

denunciar el sistemático exterminio que vive la juventud en el país día a día, pero también una

forma de dar fuerza a la juventud. Danzar para avanzar en un reconocimiento de nuestras

identidades como procesos organizados y no organizados. Muchos de los jóvenes dejamos a un

lado causas que nos dividen y nos encontramos en un pilar importante de la sociedad: luchar

colectivamente por nuestros derechos. Quisiéramos dar mayor alcance a lo que hemos planteado,

pero sabemos que, poco a poco, seguiremos caminando los territorios para fortalecer a nuestras

juventudes. Pues no ha sido fácil, sin embargo, nos llenamos de las grandes energías del territorio

para seguir adelante.


El arte como instrumento para lograr la paz


Convocar a procesos juveniles que construyen paz desde las expresiones artísticas fue lo más

sanador que se pudo hacer, pues ver danzar el 5 de agosto en el territorio ancestral Pickwe Tha

Fxiw, en Belalcázar, al oriente del departamento del Cauca, en la zona de Tierradentro, al grupo de

danzas 'Semillas de Itaibe', nos lleva a recordar cómo las comunidades afrocolombianas han

tenido que resistir a la guerra, al desplazamiento y verse arrancadas de sus territorios. Los niños

recreando con sus pies y sus rostros muestran las realidades que nos toca vivir. Miro a través de

ellos el dolor (escribiendo esto, recuerdo aquel niño afro que muestra cómo es reclutado y luego

asesinado, pues es uno de los tantos niños que en la vida real hemos visto callar). De la misma

manera, quiero citar al grupo de danzas de Corinto, el 9 de agosto en el Teatro Municipal

Guillermo Valencia, en la ciudad de Popayán, cuando abrieron la gala con un grito por la paz con

danza para la memoria, llenando de dignidad a más de 800 personas. Lo digo porque miraba las

lágrimas en sus ojos.


Ver a los artistas del municipio de Corinto en un escenario tan importante me hacía pensar que ha

valido la pena siempre cada acción, empoderados por mostrar la realidad, “empuñando los

bastones con orgullo y sin temor”. Pero más aún cuando contaron la historia de la lideresa

indígena Argenis Yatacue, asesinada en el departamento del Cauca en 2021. Es difícil para mí

llorar, pero en ese momento, cuando relataron el conflicto del norte del Cauca, solo vi borroso y

me sequé rápidamente las lágrimas; se me llenó de orgullo el corazón y la memoria de dolor.

Luego, escuchar al activista y artista César López con su instrumento musical, la escopetarra, un

híbrido de una guitarra construida en un fusil AK-47, y en la letra de la canción el nombre de

Cristina Bautista, también asesinada en 2019, y que luego llegaríamos a su territorio en Tacueyó,

fue una sensación muy profunda. El 12 de agosto llegamos a Toribío, en el norte del Cauca.


A muchos se les pondrá la piel de gallina por toda la violencia que se vive. Para nosotros, es un reto

más llegar a darle fuerza a la comunidad, especialmente a nuestra juventud y niñez. Llegar a este

territorio como símbolo de fuerza para decirles que desde afuera llegamos para abrazarlos y que

estamos para respaldarlos. Justo una noche antes de nuestra llegada, el grupo armado ilegal de la

estructura Dagoberto Ramos irrumpió en un establecimiento público, y desde donde me

encontraba, pensaba en la urgente necesidad de seguir generando acciones de paz territorial.


Cinco personas sentadas en sillas cantando alrededor de una fogata
Fotos: Lina Rozo, ministerio de cultura.

“Danzar para quitarle niños y jóvenes a la guerra”


Creo que las juventudes de las organizaciones sociales hemos estado listas para asumir estas

responsabilidades, que aunque nos cuesten la vida, seguimos llegando a los territorios a sembrar

la palabra. Así como en esta Minga se sembró la jigra de la paz (una mochila de cabuya o fique) en

un sitio sagrado, dicha siembra del corazón de los procesos sociales y las juventudes, desde el arte,

la cultura y la educación, es quizá la única herramienta para lograr las transformaciones que tanto

buscamos. Somos quienes luchamos desde las artes, porque nos permiten sembrar sensibilidad,

contar historias con nuestro cuerpo y pelear por lo que nos corresponde desde nuestro ser.

Porque avanzamos en minga, enamorando jóvenes para la vida, porque hay que “danzar para

quitarle niños y jóvenes a la guerra”. Seguimos en juntanza recorriendo el suroccidente del país,

dejando una semilla en la conciencia y el corazón de cada joven.

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