Trabajamos para dejar una semilla en la conciencia y el corazón de cada joven para lograr una paz duradera.
Por: Yiner Quiguantar Cortes
Vocero de la Minga Suroccidente - Colombia
Al momento de suscitar un poco sobre Cómo la juventud de la minga en Colombia construye la paz en los territories a través del arte y la cultura y sobrevive. me lleva a recordar a nuestros ancestros. Ellos, que en su momento fueron jóvenes y también construyeron los caminos que nos llevarían a vivir en paz, hoy nos orientan desde su sabiduría; desde ese espíritu joven y rebelde que pervive en el corazón, en la memoria y en la historia. Cuando nacemos, recibimos su herencia, la que culturalmente es nuestra, y caminamos fraternalmente como guerreros en busca de la libertad, en una constante siembra de dignidad y rebeldía del corazón y del espíritu, en conexión con nuestra Madre Tierra. En esa búsqueda, nos encontramos para no volver a soltarnos y que realmente se nos permita vivir en unidad.
En busca de un mejor mañana
Los ríos de dolor y las marcas de la guerra, reflejados en las miradas de la juventud que camina en
busca de un mejor mañana, son miradas que han visto cómo se asesina, se recluta con el
"enamoramiento" del conflicto, se abusa sexualmente y cómo los fusiles acaban con la memoria
de todo un pueblo cuando se silencia la vida de los ancestros. Han visto caer a la Guardia
Indígena en una matanza de intereses mezquinos e individuales, cuya legítima defensa es caminar
con el bastón de madera o la chonta, luchando contra fusiles, armas de largo y corto alcance que
los criminales hoy utilizan para arrebatar la vida, para asesinar el territorio, para masacrar a la
juventud. Muchos de los jóvenes regresan a su territorio en busca de sanar, de encontrarse con su
ser espiritual y su esencia, de volver al lugar al que realmente pertenecen, lejos de una guerra que
no les corresponde seguir manteniendo.
Quisiera relatar aquí todo lo que históricamente hemos vivido, lo doloroso que ha sido para
nosotros esta nefasta guerra en el marco del conflicto armado colombiano. Ver llorar a las madres,
a las hijas e hijos, hermanos y hermanas, y muchas veces a los padres cuando a alguien se le ha
quitado la vida. Pero muchos de ustedes quizá han escuchado, a través de la radio o una pantalla,
lo que en el Cauca se vive. Solo nosotros sabemos el dolor que causa cada acción en contra de
nuestros pueblos. Aun así, somos nosotros mismos quienes nos levantamos y, a pesar de todo, no
dejamos de soñar con una nueva esperanza. Pues hemos dicho que nuestros muertos nos han
dejado en cuerpo, pero nos dan fuerza desde el espacio espiritual; esa fuerza nos ayuda a orientar
los procesos y a entender que, siempre dignos y siempre de pie, vamos a avanzar, a secarnos las
lágrimas y a luchar.
Así construimos la paz
Hoy, la juventud del suroccidente colombiano, en su rebeldía de conciencia y corazón, sigue
convocando y caminando con dignidad a través de la minga social y popular, para construir una
paz real, territorial, una paz hermana con nosotros, arraigada desde la diferencia que nos ha
permitido juntarnos entre indígenas, campesinos, afrocolombianos, juventudes urbanas y todos
aquellos que, desde sus espacios, avivan esta lucha colectiva. Todo en razón social de posicionar
que las juventudes hoy buscamos transformar desde el arte, la cultura y la educación, pues no nos
hemos quedado lamentándonos. Nos duelen nuestros muertos, sí, pero también en su nombre
instamos las iniciativas para alimentar el camino de paz real en nuestros territorios.
Hace unos días, la juntanza de jóvenes de la minga del suroccidente convocamos en el
departamento del Cauca otras formas de construir paz, lejos de lo tradicional, lejos de lo
acostumbrado, de las formas sesgadas y discriminatorias. Los días 5, 9 y 12 de agosto del 2024 se
convocó a la minga 'Cauca Danza por la Paz', un proceso que nos permite, de manera colectiva,
denunciar el sistemático exterminio que vive la juventud en el país día a día, pero también una
forma de dar fuerza a la juventud. Danzar para avanzar en un reconocimiento de nuestras
identidades como procesos organizados y no organizados. Muchos de los jóvenes dejamos a un
lado causas que nos dividen y nos encontramos en un pilar importante de la sociedad: luchar
colectivamente por nuestros derechos. Quisiéramos dar mayor alcance a lo que hemos planteado,
pero sabemos que, poco a poco, seguiremos caminando los territorios para fortalecer a nuestras
juventudes. Pues no ha sido fácil, sin embargo, nos llenamos de las grandes energías del territorio
para seguir adelante.
El arte como instrumento para lograr la paz
Convocar a procesos juveniles que construyen paz desde las expresiones artísticas fue lo más
sanador que se pudo hacer, pues ver danzar el 5 de agosto en el territorio ancestral Pickwe Tha
Fxiw, en Belalcázar, al oriente del departamento del Cauca, en la zona de Tierradentro, al grupo de
danzas 'Semillas de Itaibe', nos lleva a recordar cómo las comunidades afrocolombianas han
tenido que resistir a la guerra, al desplazamiento y verse arrancadas de sus territorios. Los niños
recreando con sus pies y sus rostros muestran las realidades que nos toca vivir. Miro a través de
ellos el dolor (escribiendo esto, recuerdo aquel niño afro que muestra cómo es reclutado y luego
asesinado, pues es uno de los tantos niños que en la vida real hemos visto callar). De la misma
manera, quiero citar al grupo de danzas de Corinto, el 9 de agosto en el Teatro Municipal
Guillermo Valencia, en la ciudad de Popayán, cuando abrieron la gala con un grito por la paz con
danza para la memoria, llenando de dignidad a más de 800 personas. Lo digo porque miraba las
lágrimas en sus ojos.
Ver a los artistas del municipio de Corinto en un escenario tan importante me hacía pensar que ha
valido la pena siempre cada acción, empoderados por mostrar la realidad, “empuñando los
bastones con orgullo y sin temor”. Pero más aún cuando contaron la historia de la lideresa
indígena Argenis Yatacue, asesinada en el departamento del Cauca en 2021. Es difícil para mí
llorar, pero en ese momento, cuando relataron el conflicto del norte del Cauca, solo vi borroso y
me sequé rápidamente las lágrimas; se me llenó de orgullo el corazón y la memoria de dolor.
Luego, escuchar al activista y artista César López con su instrumento musical, la escopetarra, un
híbrido de una guitarra construida en un fusil AK-47, y en la letra de la canción el nombre de
Cristina Bautista, también asesinada en 2019, y que luego llegaríamos a su territorio en Tacueyó,
fue una sensación muy profunda. El 12 de agosto llegamos a Toribío, en el norte del Cauca.
A muchos se les pondrá la piel de gallina por toda la violencia que se vive. Para nosotros, es un reto
más llegar a darle fuerza a la comunidad, especialmente a nuestra juventud y niñez. Llegar a este
territorio como símbolo de fuerza para decirles que desde afuera llegamos para abrazarlos y que
estamos para respaldarlos. Justo una noche antes de nuestra llegada, el grupo armado ilegal de la
estructura Dagoberto Ramos irrumpió en un establecimiento público, y desde donde me
encontraba, pensaba en la urgente necesidad de seguir generando acciones de paz territorial.
“Danzar para quitarle niños y jóvenes a la guerra”
Creo que las juventudes de las organizaciones sociales hemos estado listas para asumir estas
responsabilidades, que aunque nos cuesten la vida, seguimos llegando a los territorios a sembrar
la palabra. Así como en esta Minga se sembró la jigra de la paz (una mochila de cabuya o fique) en
un sitio sagrado, dicha siembra del corazón de los procesos sociales y las juventudes, desde el arte,
la cultura y la educación, es quizá la única herramienta para lograr las transformaciones que tanto
buscamos. Somos quienes luchamos desde las artes, porque nos permiten sembrar sensibilidad,
contar historias con nuestro cuerpo y pelear por lo que nos corresponde desde nuestro ser.
Porque avanzamos en minga, enamorando jóvenes para la vida, porque hay que “danzar para
quitarle niños y jóvenes a la guerra”. Seguimos en juntanza recorriendo el suroccidente del país,
dejando una semilla en la conciencia y el corazón de cada joven.
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