Por: Laura Posada (Psicóloga)
Quizás últimamente a muchos de ustedes les esté pasando lo mismo que a mi, que he estado pensando más de lo habitual en nuestro devenir como especie humana. Día tras día, casi con indiferencia, echo un vistazo a los títulos de las noticias sociales y políticas que bombardean los medios. Las noticias no parecen variar mucho: guerra, muerte, maniobras políticas y alguna que otra invitación a renovar el celular por alguno de último modelo.
El panorama es abrumador, a tal punto que a veces la muerte de cada persona a raíz de los conflictos se termina transformando en solo ruido blanco y cifras.
¿Te pasa parecido y quieres recuperar la sensatez?
Mi práctica consiste en cerrar los ojos, respirar profundo e intentar sentir el latido de mi corazón que es el mismo latir del mundo. En mi caso, me remonto a aquella vez que vi esos colores del atardecer que me robaron el aliento, recuerdo aquellos ojos llenos de preguntas con los que la niña se asomaba al mundo, recuerdo las palabras de consuelo de mi madre al recibirme tras haber perdido una batalla, aquel abrazo de mi padre que volvía a pegar cuidadosamente los pedazos rotos, ese grito teñido de furia y de esperanza con el que un pueblo reclamaba su derecho a la vida digna.
Cuando vuelves en ti es posible conectarte con el sentimiento de bondad y compasión. Reconocer en los ojos del otro aquella humanidad que creía perdida y liberarse del yugo del juicio para empezar a reconstruir desde las cenizas.
Para no perder la cabeza en estos tiempos, hay que dajar a un lado la utopía de creer que el mundo va a cambiar de un día para otro, y en cambio empezar a llenarse de la paciencia propia de un orfebre, quien es capaz de transformar paso a paso la materia prima en su más grande obra.
La recomendación es hacer el ejercicio constante de ver a través de los ojos de quien está a mi lado, y encontrar formar de construir conjuntamente un hogar donde ambos, y todos, quepamos.
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